CONCIENCIA CONCEPTUAL DE EDIFICACIÓN Y GUERRA
EDIFICACIÓN Y GUERRA
Capítulo 1
CONCIENCIA CONCEPTUAL
Introducción.-
Vamos a comenzar con una lectura que nos ayude poco a poco a introducirnos en la carga del Espíritu. Desearía ir a Lucas 14, desde los versículos 25 a 33 inicialmente. No es mi propósito hacer una exégesis acuciada, exacta, de este pasaje, sino tomar del pasaje la carga del Espíritu. Lucas 14: 25-33. Amén. Entonces vamos a seguir la lectura y atendiendo al Señor en nuestro espíritu. Hermanos, no pretendo decir la última palabra cuando comparta lo que el Señor me ha dado; los hermanos también tienen la libertad de completarlo con lo que el Señor les dé. Toda la iglesia tiene al Señor.
Leamos:
“Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que halla puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.
En el mismo contexto, porque no fue Lucas quien colocó este subtítulo que le colocó la sociedad bíblica, sigue diciendo el mismo Señor:
“Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Hermanos, en este contexto del seguimiento de Cristo, del discipulado del Señor, Él toma dos figuras para representar el seguimiento a Él, lo cual es el discipulado; y estas dos figuras son: (1º) la figura de la edificación, y (2º) la figura de la guerra. Edificación y guerra son dos figuras claves que el Señor utiliza para representar su discipulado. Es como si el Señor dijera: vosotros me seguís en una edificación que yo estoy edificando, y me acompañáis en una guerra que yo estoy guerreando. Son dos asuntos esenciales que van uno juntamente con el otro.
El seguimiento al Señor, el discipulado del Señor, es como una edificación. Es una edificación del Señor, y una edificación con el Señor, para poder realizarla la cual, hay que renunciar a todo por el Señor. No podemos cooperar con la edificación del Señor, sin renunciar a todo; aún a nuestras vidas, aún a nuestras propias familias, aún a nuestros propios bienes. Pienso que, de todo eso, lo más difícil de renunciar, pero quizá lo más necesario y primero, es renunciar a nosotros mismos, a nuestras propias vidas; es decir, a la vida de nuestra propia alma; porque aquí, cuando dice: “el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”, y dice también: “... y aún también su propia vida”, renunciar a la propia vida, aquí la palabra vida, en el griego, es la palabra psiqué; o sea, la vida del alma, la vida del yo, la vida de nuestra personalidad natural. Aún eso es necesario ponerlo en las manos del Señor. Tomar la cruz para no dejar la edificación apenas iniciada; o para no perder la guerra. También, incluso, para saber contra quién es que va a ser la guerra, de parte de quién estaremos, y contra quién.
Es en el contexto de este seguimiento que Él nos habla de la cruz, nos habla de la renuncia, nos habla de perder la vida de nuestra alma toda, de renunciar a todo; aún a los afectos naturales familiares, aún a la vida del ego, aún a las ataduras con las posesiones. Podemos tener posesiones, pero no podemos estar atados a las posesiones; porque la atadura a las posesiones, las ataduras afectivas, las ataduras del amor propio, a nuestro propio ego, a nuestra propia alma, no nos dejarán terminar con Cristo la edificación, y seremos como un hombre que comenzó a edificar, pero que no pudo terminar; o seremos como un hombre que se enfrentó a una guerra, y no tenía las armas suficientes para vencer en esa guerra.
Entonces, por eso dice acá en el verso 28, es decir, en el contexto del seguimiento, en el contexto del discipulado, en el contexto de la aplicación de la cruz al ego, e incluso a sus afectos que parecen más legítimos en lo natural, como son los afectos familiares, o los afectos de las posesiones, es en ese contexto en el cual Él nos dice: “Porque quién de vosotros, queriendo edificar una torre…”, y utiliza el ejemplo de la edificación, y dice: “…no se sienta primero y calcula los gastos…”; o sea que los gastos para edificar con Cristo son nuestra propia alma, son nuestra propia personalidad natural, son nuestros propios afectos naturales, son nuestros propios apegos a las cosas materiales, y apegos a nuestro propio yo, o a nuestro amor propio; esos son los gastos en que debemos incurrir para poder terminar con Cristo la edificación. No podemos cooperar en la edificación, sin primero calcular, y hacer, después de calculados, estos gastos. El Señor no nos engaña acerca de los gastos necesarios para la edificación, y acerca de los gastos necesarios para la guerra; sin pagar estos costos no podemos ni terminar la edificación, ni vencer en la guerra.
Él usa también el ejemplo de la guerra. “¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?” Es decir, hay que hacer los cálculos para la guerra. Así como la edificación necesita costos, la guerra también necesita costos. Y aquí en esta guerra, quien que va a pelear la guerra tiene que saber de qué parte está. Hermanos, porque de todas maneras se está peleando una guerra. No podemos ser neutrales en esta guerra. El Señor Jesús nos dijo: “El que no es conmigo, contra mí es”. Ninguno puede ser neutral. El que pretende ser neutral, es porque no quiere estar con Cristo; o sea que el Señor considera al que pretende ser neutral como estando contra Cristo.
Él dijo: “el que conmigo no recoge, desparrama”. O sea que la guerra de todas maneras existe, y hay que pelearla, y tenemos que definirnos al respecto de con qué bando estamos. Si vamos a hacer la paz con un rey, o con el otro rey contrario. ¿Con qué rey estamos? ¿Con el Señor Jesús, o con el príncipe de este mundo? Hay costos en esta guerra. Hay que definir con quién estamos, y estar dispuestos a pagar los costos, para que no perdamos la guerra. Hay unos costos para la guerra, y unos costos para la edificación.
Hermanos, necesitamos comprender con la ayuda del Señor en qué consiste esta edificación y en qué consiste esta guerra. Son dos cosas que acontecen en el seguimiento del Señor. Si seguimos al Señor, lo seguimos en una edificación, y lo seguimos en una guerra; y estas dos cosas, edificación y guerra, se dan al mismo tiempo.
Batallas.-
Yo quisiera usar otro pasaje que leyéramos, para ver como estas dos cosas, edificación y guerra, están juntas en el servicio al Señor, en el discipulado del Señor, en el seguimiento del Señor. Si me pueden acompañar al libro de Nehemías, vamos a ver allí, en el capítulo cuatro, algunos versos tipológicos, donde podamos ver claramente que estas dos cosas, edificación y guerra, están juntas. El Libro de Nehemías está después del de Esdras y antes del de Esther. Pero quisiera que antes de que leyéramos los versos propios que vamos a leer en el capítulo 4, hagamos una lectura panorámica del libro, a través de los subtítulos que la sociedad bíblica le puso a los distintos pasajes. Estos subtítulos no forman parte del texto sagrado, pero sí nos resumen de qué tratan estos capítulos; por lo tanto, tienen utilidad.
Así que antes de leer en el capítulo cuatro, yo quisiera que viésemos un poco de qué tratan estos primeros capítulos del libro de Nehemías. Miren el primer subtítulo que le pusieron, lo cual nos dice de qué trata el capítulo uno: Oración de Nehemías sobre Jerusalén. Jerusalén nos habla de la ciudad de Dios, y de la edificación de Dios, y del reino de Dios. Y si del reino de Dios, entonces también de la guerra de Dios.
Acuérdense de que en el Antiguo Testamento aparece un motivo que es el de Las Batallas de Jehová. Había un libro en el cual se registró la épica israelita desde la antigüedad, y que es citado en Números 21:14, donde se habla del Libro de Las Batallas de Jehová. Jehová, solito Él, por sí solo, Él no necesitaría batallar con nadie; pero como hay una oposición a Él de sus criaturas, y hay una causa entre sus criaturas la cual se está jugando, entonces, en cuanto a sus criaturas, y a la participación de sus criaturas con Él, se puede hablar claramente de las Batallas de Jehová. Ese Libro de las Batallas de Jehová, contenía las batallas de su pueblo. Las batallas de su pueblo son las batallas de Jehová.
Cuando leemos también luego, en la historia de David y posterior, acerca de las batallas que hacía David y los israelitas, se nos dice de David que él peleaba las batallas de Jehová (1S.18:17; 25:28), y que la guerra era de Dios (1Cr.5:22; 2Cr.20:15). Del Señor se dice que pelea por Su pueblo (Ex.14:14, 25; Dt.1:30; 3:22; 20:4; Jos.10:14, 42; 23:3). Se dice, pues, que David peleaba las batallas de Jehová. Cuando David estaba peleando con los filisteos, los sirios, los amonitas, los madianitas, etc., y establecía guarniciones, tomaba el territorio para el reino de Jehová, no para el reino de David, sino que era para el reino de Jehová.
Muchas voluntades se hacían en la tierra, de muchos reyes engañados por Satanás, que es el engañador de las naciones; pero un pueblo, Israel, conocía la voluntad de Jehová; y con ese pueblo Dios quería establecer Su reino, donde la voluntad del Padre sea hecha en la tierra. Dios comenzó a revelar esa voluntad a su pueblo Israel, y David peleaba con los enemigos de su pueblo, no para establecer un gobierno propio, sino para establecer un gobierno donde se hiciera la voluntad de Jehová. Por eso es que se habla aquí, no de las guerras de David, o de las batallas de David, sino que se habla que David peleaba las batallas de Jehová, y que la guerra era de Jehová. Así se habla en el Libro de Crónicas, así se cuenta en los Libros de los Reinos, acerca de las batallas que peleaba David y los israelitas; eran las batallas de Jehová. No se peleaba solo para sí, sino que se peleaba para que Dios reinara, y para que la voluntad de Dios, y no la propia, se hiciera.
Dios desechó a Saúl, porque Saúl debería haber representado la voluntad de Dios, pero él en el camino comenzó a representar su propia voluntad, y dejó de representar el reino de Jehová y el trono de Dios, para representar su propio reino particular; por eso fue desechado, porque no hizo la voluntad de Dios, y Dios lo sustituyó por David, un hombre según su corazón, que pelearía las batallas para Jehová.
Las batallas de Israel, con los egipcios en el mar rojo, durante las jornadas en el desierto, con Og rey de Basán, con Seón rey de Hesbón, y las demás batallas posteriores, constituyen la épica antigua de Israel contenida en el Libro de las batallas de Jehová citado en Números. Ésta épica de Israel eran las batallas de Jehová, la guerra de Jehová para el reino de Jehová. Así también eran las batallas de David y Josafat, etc. Así también fue la batalla del Señor Jesús, y así son las batallas, la guerra, de la Iglesia.
Entonces se trata de una guerra y también de una edificación; las dos cosas al mismo tiempo. La edificación es para un reino, es para la casa de Dios; pero también ese reino tiene enemigos; entonces hay una guerra, una enemistad entre dos simientes (Gn.3:15).
Entonces, hermanos, debemos ser concientes de que existe sobre la tierra una edificación de Dios, y una guerra de Dios, y nosotros, o cooperamos, o estamos en contra. No podemos ser neutrales. El Señor considera a los que se consideran neutrales, como enemigos. El que no es conmigo, contra mí es, dice Él. El que no edifica con Cristo lo que Cristo edifica, la casa del Padre, está en el bando contrario. Del Hijo está escrito que edificaría casa a Dios, y que Dios le sería Padre, y que le daría el trono eterno (1Cr.17:13, 14). El trono de David era el trono de Jehová. Así se le llama en Crónicas (1Cr.29:23). El trono de David, el trono de Salomón, no es solamente el trono de ellos, sino que se dice ser el trono de Jehová.
Costos.-
Jesús edifica casa para el Padre, como Hijo de David, y también peleó la guerra por Su Padre y por nosotros; amén. Y ahora nosotros somos convocados en el seguimiento, en el discipulado del Señor Jesús, en su edificación y en su guerra. El que no recoge con el Señor, desparrama; el que no edifica con el Señor lo que Él edifica, y el que no pelea con el Señor contra lo que Él pelea, está en el bando enemigo. Tenemos que entender bien claro estas cosas. Quien no conoce qué edifica, y contra qué pelea, es porque está en el bando del enemigo. Puede estar en ese bando sin saberlo, porque el enemigo tiene muchos esclavos enceguecidos que no saben que están siendo usados para edificar otra cosa, puede ser Babilonia, y para pelear otra guerra a favor del diablo. Claro que perdida, pero están engañados.
Hermanos, estamos aquí con la ayuda del Señor, para tomar conciencia de que si estamos siguiendo al Señor, le seguimos en una edificación específica, y combatimos juntamente con Él en una guerra específica. Y para poder terminar esa edificación, y para poder ganar esa guerra con el Señor, tenemos que pagar los costos que hay que pagar. Ese costo es el de la vida de nuestra propia alma. Nuestros propios afectos naturales, nuestra propia personalidad natural, nuestros lazos sentimentales, nuestras ataduras materiales; eso y otras cosas, son el costo para poder terminar esa edificación sin que seamos burlados por el enemigo.
Intereses.-
Entonces, hermanos, fíjense ahora en lo que se dice en el Libro de Nehemías: oración. Aquí está la intercesión, el compromiso espiritual de Nehemías. Oración sobre Jerusalén, Jerusalén la ciudad del gran rey, Jehová Sabaot, Jehová de los ejércitos.
El siguiente título colocado por las sociedades bíblicas acerca del tema de este libro es: Artajerjes envía a Nehemías a Jerusalén. O sea que una vez que hubo la intercesión por la causa de Dios, por la ciudad de Dios, por la edificación de Dios, por el reino de Dios, por la guerra de Dios, una vez que hubo esa intercesión, entonces hubo la providencia, el movimiento providencial de Dios. Si tú quieres seguir al Señor, y oras al Señor para cooperar con él, la providencia de Dios te va a acompañar, y va a dar en tus manos todo lo que necesites para esa edificación y para esa guerra. Artajerjes era un rey del imperio persa, que era como una de las cabezas de la bestia, pero sobre él reina otro mayor: Dios, quien inclusive utiliza a sus propios enemigos para cooperar, a su pesar, con la causa de Dios. Artajerjes envía a Nehemías a Jerusalén.
Luego dice la sociedad bíblica: Nehemías anima al pueblo a reedificar los muros. Aquí va el concepto de edificación; reedificar los muros de la ciudad, los muros de separación, para hacer clara diferencia entre lo que es santo y lo que es profano, entre lo que es precioso y lo que es vil, entre lo que es del cielo y lo que es de la tierra, entre lo que es del Espíritu y lo que es del alma, o del yo, o de la carne. Donde se separa lo que es del reino de Dios, y lo que es de la potestad de las tinieblas. Una edificación tiene muros y pertenece a un reino; y ese reino y esos muros defienden del ataque; porque hay guerra.
Entonces decía: Nehemías anima al pueblo a reedificar los muros. Capítulo 3, título: Reparto del trabajo de reedificación. Ahí tenemos la edificación. Capítulo 4, título: Precauciones contra los enemigos. Ahí tenemos la guerra. Cuando hay edificación, hay oposición, y entonces tenemos guerra. Edificación y guerra. ¿Quién que va a edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, para ver si tiene con qué terminar la torre?, no sea que después de haber puesto el cimiento, nos quedamos en los meros fundamentos; y después de tanto tiempo, debiendo ya ser maestros, no avanzamos hacia la perfección (Heb.5:12 a 6:1), sino que nos quedamos dando vueltas en el desierto (1Cor.10:1-5). ¿Saben por qué nos quedamos dando vueltas, y nos quedamos niños, y nos quedamos inmaduros? porque no pagamos el costo de la edificación y de la guerra. Cuando no pagamos el costo, nos quedamos dando vueltas en el desierto.
Hay, pues, una edificación; y como hay también mucha oposición a esa edificación, hay entonces una guerra. Ya nos lo dice el título: Precauciones contra los enemigos. Hay guerra, hay enemigos de afuera, y hay enemigos que se infiltran adentro. Mire ahora el título del capítulo 5: Abolición de la usura. La usura fue la inconciencia, la inconsistencia, del mismo pueblo de Dios, que no le entendió a Dios ni en la edificación ni en la guerra; y mientras había edificación y guerra, algunos inconscientes estaban queriendo sacar provecho propio, y establecieron intereses sobre el pueblo de Dios. ¡Cómo se tornó feudal la cristiandad! Hermanos, cuantas veces las cosas no se han hecho para Dios como se debiera, porque algunos que debieran estar colaborando, han seguido sus propios intereses. Cuando mezclamos nuestros propios intereses dentro de la comunión entre el mismo pueblo de Dios, en vez de ponerlo todo para la edificación de Dios, y en vez de ponerlo todo para la guerra de Dios, mientras el pueblo está en la edificación y en la guerra, nosotros estamos aprovechando la coyuntura para nuestros intereses viles. Esa fue la razón de la usura. Por eso Nehemías tuvo que abolirla. ¿Qué significa, pues, abolir la usura? Significa que en la edificación de Dios y en la guerra de Dios no hay lugar para los intereses propios. ¡No hay lugar para los intereses propios en la edificación de Dios y en la guerra de Dios!
Infiltración.-
Luego dice el título del capítulo 6: Maquinaciones de los adversarios. Ahí continúa la guerra. Capítulo 7: Nehemías designa dirigentes; ¿para qué? Para la edificación y para guerra. Los que volvieron con Zorobabel, ¿para qué volvieron? Para la edificación y para la guerra. Entonces, en ese contexto, vamos a leer del capítulo 4, no todos los versos, sino desde el verso 15, para que nos sirva de ilustración; porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra edificación y enseñanza se escribieron (Rom.15:4).
Entonces nos dice Nehemías 4, mostrándonos juntos estos conceptos de edificación y guerra, lo siguiente, desde el verso 15 hasta el verso 23 inicialmente: “Y cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido…” Porque al principio los enemigos no se declaran enemigos, sino que se disfrazan de amigos: Nosotros edificaremos con vosotros, dicen (Esd.4:2; Neh.4:11); pero ellos lo que quieren es infiltrarse para destruir la edificación. Así es Satanás. Satanás quiere infiltrar a los suyos para destruir la edificación; pero si lo entendemos, entonces ahora sí tiene que declararse enemigo abierto. Mientras tanto Satanás se presenta como amigo; pero su intención es destruir, su intención es paralizar, su intención es oponerse; pero se infiltra como amigo; pero cuando lo entendimos y Satanás se dio cuenta, “…cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro”.
Muro.-
Hermanos, el muro representa la síntesis de la edificación y la guerra. El muro es para edificar, y el muro es para guerrear. El muro es para detener al enemigo, y para proteger al pueblo. Es edificación y es guerra. “Nos volvimos todos al muro”, todo el pueblo al muro. Es menester edificar el muro de separación; se trata de separación de lo contrario a Dios. El muro es para edificación, y el muro es para la guerra. El muro es como una espada de dos filos que separa lo que es de Dios, de lo que no es de Dios; lo que es santo de lo profano, lo que es del cielo de lo que es de la tierra, lo que es del Espíritu de lo que es de la carne. Ese muro de santidad y alabanza es la espada que separa el alma y el espíritu. Amén.
Entonces dice aquí: “…nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea”. Cada uno del pueblo de Dios tiene una tarea en el muro; ningún hijo de Dios está exento, ni de la edificación, ni de la guerra. Cada uno tiene un lugar en el muro; o sea, un lugar en la edificación y un lugar en la guerra. Hermano, acuérdate, estás en una edificación y estás en una guerra; no pierdas la conciencia de estar en guerra; tienes que saber que estás en guerra y contra quién guerreas, y de parte de quién. Tienes que saber que estás en una edificación, y tienes que saber qué estás edificando. No podemos ser ambiguos; tenemos que tener claro contra quién guerreamos y qué edificamos. Amén.
Y ahora, dice aquí, “…cada uno a su tarea”. Cada hijo de Dios tiene una tarea en el muro, cada hijo de Dios tiene una tarea en la edificación, cada hijo de Dios tiene una tarea en la guerra. Ninguno está exento, ni de la guerra, ni de la edificación, ni de la separación debida, ni de la devoción debida.
Armas y herramientas de nuestra milicia.-
“Desde aquel día...” o sea, desde que lo entendimos, desde que entendimos cuál era el asunto de que se trataba, y qué era lo que en realidad estaba sucediendo, cuál era el drama, desde ese día, “la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas”. Las lanzas son ofensivas y los escudos son defensivos. Los arcos son ofensivos y las corazas defensivas; o sea que en la guerra hay una parte ofensiva y una parte defensiva.
La parte ofensiva es la palabra de Dios, la proclamación del evangelio, la enseñanza de la palabra de Dios; la parte defensiva es la lucha espiritual, la apologética, la defensa; distintos aspectos de la guerra; el aspecto ofensivo y el aspecto defensivo. Para el aspecto ofensivo hay armas, la lanza y el arco, la espada también; y para el aspecto defensivo, la coraza para proteger el corazón, porque Satanás procura dañar el corazón, corroer el corazón, llenar el corazón de amargura, de desánimo, de odio, de crítica; y hay que ponerse una coraza en el corazón, y hay que pagar el precio de morir a nosotros mismos. Si no morimos a nosotros mismos, se nos contamina el corazón; tenemos que tener una coraza que proteja el corazón, y también un casco que proteja nuestros pensamientos; porque Satanás nos ataca en los pensamientos y en los sentimientos; y si no pagamos los costos, incubamos malos pensamientos y malos sentimientos. Tenemos que pagar los costos renunciando a todo mal pensamiento y a todo mal sentimiento. El que no renuncia a sí mismo, a sus malos pensamientos y a sus malos sentimientos, no paga el costo, y no puede terminar la edificación, y no va a vencer en la guerra.
Hay que pagar el costo para proteger el corazón y proteger la mente del ataque; Satanás lanza ataques constantes a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos. Para eso son la coraza y el casco, para protección de nuestros pensamientos y de nuestro corazón. Escondidos con Cristo en Dios, sentados con Cristo en lugares celestiales, esa es nuestra posición, nuestro muro, nuestras armas ofensivas y defensivas. Lo que Cristo conquistó para nosotros es nuestro ya, y la guerra es para mantenernos dentro de la ciudad de Dios, como un solo cuerpo en Cristo, escondidos en Dios y reperesentando Su naturaleza y voluntad, con el ejemplo y el testimonio.
Ahora dice más: “Los que edificaban en el muro...” 4:17 de Nehemías: “Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada”. Ahí está: edificación y guerra. Con una mano edificaban y con otra mano tenían la espada; ya no es la hoz y el martillo, sino el palustre y la espada. Uno es para edificar y la otra es para guerrear.
Comunión y coordinación.-
Luego sigue diciendo así: “Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí. Y dije a los nobles, y a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y extensa, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos unos de otros”. Ah, qué importante es considerar esto. Por eso había una trompeta. La trompeta era para convocar al pueblo; esa era una clase de toque; y para convocar a la guerra; ese era otra clase de toque. La trompeta es para convocar y la trompeta es para guerrear, y tiene distintos toques; un toque es el de retirada, otro toque es el de avanzada, otro toque es el de convocación para una u otra cosa; con un toque se reunían los ancianos, con otro toque se reunían las tribus, con un toque avanzaban, con otro toque paraban. Amén. Para eso la trompeta estaba siempre allí, y había que dar un toque claro de trompeta; es decir, que se pueda discernir cuándo parar, cuándo avanzar, cuándo van los ancianos, cuándo va el pueblo, cuándo hay parada de unos o de otros, cuándo hay avanzada de unos o de otros, cuándo hay retirada de unos o de otros; para eso es la trompeta.
Y dice: “y estamos apartados en el muro, lejos unos de otros…”; o sea que en esta guerra y en esta edificación no podemos estar lejos unos de los otros. Para poder pelear esta batalla, y hacer esta edificación, tenemos que estar juntos y unánimes, coordinados unos con otros. No podemos pelear esta batalla, ni podemos hacer con Cristo esta edificación, si no estamos juntos. Pero dice que estamos apartados unos de otros; unos edifican una parte del muro, otros edifican otra parte; pero, como es el mismo muro, es el mismo reino, la misma Jerusalén, la misma ciudad, entonces tiene que haber coordinación; y para la coordinación están las trompetas; las trompetas son para la coordinación en la guerra y en la edificación. Entonces dice: “En el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta...”, ya sea que esté uno edificando una parte por allá a la derecha, otro al sur, otro al norte, otro en cualquier extremo, no importa que estemos apartados, uno haciendo una cosa o la otra, cuando hay convocación santa a través de la trompeta para la edificación y para la guerra, tenemos que atender la voz de la trompeta. Ay! Cuántas veces suena la trompeta, pero como el diablo nos hizo sonar otra trompetita, la de nuestros negocios, o de nuestros asuntos, no oímos la trompeta de la guerra de Dios, ni oímos la trompeta de la edificación de Dios, sino que con una cornetita el diablo nos distrajo en la guerra; y ¿sabe para qué nos distrae? ¿Por qué no nos quiere juntos? Para devorarnos. El nos quiere lejos unos de otros; él nos quiere atrasados y aislados para devorarnos. Los amalecitas atacaron por detrás a los que se quedaron atrás, los que no siguieron juntos, los que se quedaron sueltos. Esas son las ovejitas que se comen los lobos; los lobos no se pueden comer un rebaño grueso; pero una ovejita que se dispersa y se queda sola, a esa se la come.
Por eso, hermanos, para que haya verdadera edificación y guerra, tiene que haber la coordinación a través de las trompetas. Por eso dice: en el lugar donde oyereis el sonido de las trompetas, reuníos allí con nosotros. Tenemos que permanecer juntos y unánimes para esta guerra y para esta edificación.
“Reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros”. ¿Cuándo peleará nuestro Dios por nosotros? Cuando estemos juntos y unánimes, convocados por sus trompetas para la guerra y para la edificación; allí Dios peleará por nosotros. Qué hermosa es esta frase: “…nuestro Dios peleará por nosotros. Nosotros, pues, trabajábamos en la obra; y la mitad de ellos tenían lanzas desde la subida del alba hasta que salían las estrellas.” Es decir, todo el día estaban armados, tenían lanzas, tenían arcos y también espadas. Amén. Vigilantes, es decir, no se puede hacer la obra de Dios olvidándonos de que estamos en guerra.
Precisamente los hermanos se enferman en el momento en que hay la convocación; ese es el momento cuando le llegó una enfermedad, cuando le vino la gripe, cuando le vino esto o aquello, cuando se le dañó el aparato, cuando se le dañó el carro, cuando le llegó la cuenta, y no nos damos cuenta de que es una guerra de Satanás contra nosotros para impedir la cohesión del pueblo y para mantenernos aislados, ajenos de la causa de Dios, sin entender en qué estamos, y para mantenernos enredados en la trampa de Satanás; y ahí entonces devorarnos. Tenemos que ser sabios.
“También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén, (ojo: dentro de Jerusalén) y de noche sirvan de centinela. (Esto es alternándose con su propio criado, y de día en la obra. Cuando está oscuro o peligroso, tenemos que ser centinelas; y cuando está todo claro y tranquilo, también; y hay que edificar “Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestros vestidos; cada uno se desnudaba solamente para bañarse”. Solo para bañarnos nos desnudamos; el resto siempre vestidos, siempre armados en la edificación y en la guerra.
Hermanos, Dios mediante más adelante, yo desearía entrar en más detalles de esto; pero no quisiera continuar adelante en esta parte sin abrir a la participación y al enriquecimiento de los hermanos.
Entonces vamos a detenernos por ahora aquí.