LA LEVADURA DE LOS FARISEOS, SADUCEOS Y HERODIANOS

26.05.2011 00:09

 

LA LEVADURA DE LOS FARISEOS,

SADUCEOS Y HERODIANOS

 

 

     Querido Padre, en el precioso nombre del Señor Jesús te agradecemos que nos hayas concedido reunirnos en Tu nombre, Tu presencia, alrededor de Ti, a Tus pies, conforme a Tu amor, en el cual creemos y confiamos. Abrimos a Ti nuestro ser, esperamos de Tu gracia, Señor, de Tu misericordia. Rogamos, Padre, en el nombre del Señor Jesús que Tu Espíritu pueda tocarnos, si es Tu voluntad perfecta, puedas iluminarnos. Atráenos a Ti; dependemos íntegramente de Tu bondad. Gracias porque nos enseñas a confiar. En nombre del Señor Jesús entregamos todo a Ti, confiamos; amén.

 

     Hermanos, con la ayuda del Señor vamos a estar dando continuidad a los misterios del reino de los cielos en las parábolas; son cerca de una cincuentena de ellas, y vamos más o menos por la mitad; así que hoy vamos a estar viendo una parábola, que no es llamada parábola en la Escritura, no aparece allí el nombre “parábola”, pero puesto que tiene un significado simbólico, la tomamos como parábola. Ya en una ocasión pasada sí consideramos la que sí es llamada “parábola” de la levadura. Aquella mujer que tomó levadura y la puso en tres medidas de harina hasta que leudó toda la masa. Hoy también vamos a hablar de la levadura, pero de otra levadura; siempre tenemos que tomar el contexto para ver a qué se refiere la levadura. Aquella vez pasada, cuando vimos la parábola de la levadura, esa levadura era llamada “el reino de los cielos”; o sea que en ese contexto era algo positivo, porque leudó todo, es decir, no dejó nada sin leudar; si fuese algo negativo, no podríamos llamarlo “reino de los cielos”, sino reino del mal y del maligno. Pero aquí, en este otro contexto, vamos a hablar de la levadura de los fariseos, saduceos y herodianos, que son a los que se refiere el Señor Jesús.

 

Mateo y Marcos son los que registran estas palabras del Señor Jesús. Mateo dice algunas cosas que él recuerda por el Espíritu Santo; ustedes recuerdan que él estaba presente; las cuales cosas Marcos no dice; pero Marcos, como era compañero, intérprete, colaborador de Pedro, él recuerda algunos detalles que son como los de un testigo ocular; solamente una persona que estuvo presente podría tener en cuenta esos pequeños detalles; sabemos que Pedro era uno de esos. Por lo tanto, Marcos se hace cargo de transmitirnos ese testimonio ocular de Pedro. De manera que vamos a leer de forma integrada, como solemos hacer cuando estas parábolas o pasajes son paralelos, y aparecen en varios evangelistas. La situación es una sola, el acontecimiento es solo uno, pero fue narrado por varios testigos; entonces un testigo recuerda unas cosas, el otro recuerda otras cosas, ambos recuerdan conjuntamente algunas cosas; hay cosas que los dos recuerdan, pero cosas que sólo uno recuerda. Entonces, para tener el cuadro más completo, hemos resuelto integrar los dos testimonios, de manera que si mis hermanos quieren abrir al mismo tiempo los dos pasajes: uno de Mateo capítulo 16 desde el versículo 5 hasta el versículo 12, y el otro se encuentra en Marcos en el capítulo 8 desde el versículo 14 hasta el versículo 21. Usted puede ir comparando los dos testimonios, porque a medida que yo leo, si usted sigue Mateo, se va a dar cuenta de que leo algunas cosas más, las que dice en Marcos; si lee Marcos se va a dar cuenta de algunas de cosas que dice en Mateo, ¿por qué? porque hemos integrado los dos testimonios: el de Mateo con el de Marcos. Usted puede conferir esta integración de estos dos testimonios siguiendo a cualquiera de los dos, a Mateo o a Marcos, y si puede, a los dos juntos.

 

     Voy a leerles este acontecimiento, integrando el pasaje de Mateo 16:5-12 con el de Marcos 8:14-21. “Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca; y Jesús les dijo y les mandó diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, de los saduceos, de la levadura de Herodes. Ellos pensaban dentro de sí, y discutían entre sí diciendo: Esto dice es porque no trajimos pan. Y entendiéndolos Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? ¿Qué discutís porque no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni comprendéis, aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís, y no recordáis, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuantas cestas recogisteis? Cuándo partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Ellos dijeron: doce. ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis? Cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: siete; y El les dijo: ¿Cómo, aún no entendéis? ¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaréis de la levadura de los fariseos y de los saduceos? Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos”. No sé si ustedes pudieron hacer el seguimiento comparando los testimonios, y ver cómo se enriquecen mutuamente y nos dan mucha más luz.

 

     Ahora sí, hermanos, volvamos sobre nuestros pasos, y vamos, con la ayuda del Señor, a procurar hacer una exégesis, y a estar abiertos a alguna lección, o varias, que el Espíritu Santo nos quiera dar. “Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan”; normalmente, cuando uno hace un viaje, si va a hacer un viaje largo, acostumbra llevar su mecato; pero ellos fueron, estuvieron despreocupados, y llevaron sólo un pan; no tenían sino un pan consigo en la barca. Ese detalle tiene que ser de alguien que estaba allí; seguramente fue Pedro, porque no lo cuenta Mateo, sino Marcos. Claro que el que había podido multiplicar cinco panes entre cinco mil, ¿cómo no podía multiplicar un pan entre doce o entre trece? ¿Verdad? El problema no era pan. Pero Jesús les dijo, y les mandó en ese contexto. Allí, tanto Marcos como Mateo, introducen el asunto del pan. Jesús no habló nada del pan; Jesús habló de la levadura de los fariseos; pero Mateo y Marcos, como para explicar el malentendido de los discípulos, cuentan que a todos se les había olvidado llevar pan; sólo había un pan entre ellos allí. En ese contexto todavía, sin que ellos hablaran de pan, pensaron en levadura material. Jesús les dijo, y el otro evangelista enfatiza más: mandó; o sea, se los dijo en tono de mando; es decir, que a nosotros nos llega este mandamiento. Primer mandamiento: “Mirad”; a veces nosotros nos comemos las cosas leudadas, o por unos, o por otros, o por otros, porque no miramos. Aquí el Señor nos manda a ser cuidadosos, a mirar bien, a no tragar nada crudo, como dice el Señor por Pablo en la carta a los Tesalonicenses: “Examinadlo todo”; nada tiene que tomarse sin mirarse; las cosas se tienen que mirar. Lo primero que el Señor manda es a mirar; dice que les mandó; o sea, nos mandó, porque a ellos les mandó que lo que a ellos les enseñó, nos lo enseñen a nosotros. Entonces el Señor nos manda: “Mirad”. Las cosas, si no se miran bien, pueden engañarnos; si no se miran, uno puede confundir “gato por liebre”. Especialmente en el mundo religioso, si se menciona a Jesús, al gran maestro Jesús, o el evangelio, uno piensa que si se mencionó la palabra Jesús, la palabra evangelio, todo está bien, y no; porque a veces ese evangelio es según Alan Kardek, no según Mateo, o Marcos, o Juan, o Lucas; a veces es un evangelio apócrifo, un evangelio de un Jesús superestar, un Jesús solamente hombre, pero no Dios, o un Jesús solamente Dios, pero no hombre; o sólo una apariencia; pero menciona el nombre de Jesús. En el mundo religioso a veces nosotros nos contentamos con que algunas pocas palabras de las acostumbradas estén presentes, y si están presentes pensamos que todo está normal. Por eso el Señor dice: “Mirad”.

 

   Primero mirar, y segundo: “Guardaos”;  guardarse es cerrarse, es protegerse, es mantener distancia, es defenderse; ¿quién iba a pensar que en un ambiente donde las cosas supuestamente son religiosas, donde se habla de Jesucristo y de las cosas del cielo, uno tuviera que andar con tantos cuidados y guardarse? pero el Señor dijo: “Mirad y guardaos”; y no estaba en Rusia en el tiempo del comunismo, ni estaba en Alemania en el tiempo del Nazismo, ni por allá en África en un país de brujos; estaba en Israel, el pueblo escogido de Dios, con los que seguían a Dios, y como yo aquí sentado, enseñaban al pueblo; así que para ustedes, incluido yo, “Mirad y guardaos”; tiene que mirar y tiene que guardarse. Y dice acá: “guardaos de la levadura…”; y cuando mencionó la palabra “levadura”, la mencionó en singular; sin embargo, cuando mencionó los grupos, los mencionó en plural. “Guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos…”; esos fue los que recordó Mateo; pero Pedro recordó que también había dicho de Herodes; eso lo registró Marcos, que nos completa el testimonio de Mateo, “y de la levadura de Herodes”. El Señor aquí está mencionando una levadura que tiene grupos diferentes. Qué diferentes eran aparentemente los fariseos de los saduceos y de los herodianos; exteriormente eran grupo distintos; mas interiormente era la misma levadura. A veces hasta los enemigos se encuentran, los opuestos se chocan, y después hasta se descubren siendo muy parecidos; aquí el Señor presenta levadura en tres tipos de grupos, y conviene que nosotros los analicemos bien.

 

     Los fariseos, que vienen nada menos que del nombre Fares, que fue uno de los ascendientes que aparece allí en la genealogía del Señor Jesús, de los hijos de Tamar, de la tribu de Judá, que fue uno de los fieles, entonces, claro, nosotros nos identificamos con los fieles; y si Fares fue fiel, entonces nosotros somos de Fares, fariseos. Los fariseos eran los fundamentalistas, legalistas de la época. Cuando uso la palabra “fundamentalista”, no la quiero usar como muchos la usan, en un sentido despectivo; porque en cierta manera, cuando creemos que la Biblia es inspirada, y creemos en la palabra de Dios, somos fundamentalistas. Solamente que existe un fundamentalismo exagerado, como dice el mismo Salomón por el Espíritu Santo: “No seas demasiado justo, ¿por qué has de destruirte?”. Hay que ser justo, pero no demasiado, o sea, excesivo, ser muy quisquilloso, muy melindroso. Acontecía con los fariseos que, por basarse en la justicia propia, se volvían hipócritas; y a cualquiera que se base en su propia justicia, a cualquiera que piense que en sí mismo es mejor que otro, le puede suceder esto: -Señor, te doy gracias, decía el fariseo, porque no soy como este publicano; él no diezma, yo sí diezmo Señor; él no ora, yo sí oro, yo sí ayuno, yo soy mejor-. Cualquiera que se base en sí mismo, en algo que él es, en algo que él sabe, en algo que él tiene, en algo que él hace, y no sólo en la propiciación provista por el Señor, es una persona que está en arena movediza, que está en la justicia propia, que está en si mismo; entonces ¿cómo no va a ser levadura? Una enseñanza que nos pone a pensar en nosotros mismos, a hacernos creer que somos mejores que otros en nosotros mismos, es levadura. Entonces aquí aparece un tipo de levadura en un grupo: “los fariseos”, que eran los legalistas. El legalismo siempre es un peligro; y el Señor dice: “Mirad y guardaos de la levadura de los fariseos”; pero aquí el Señor también dijo que había levadura en los saduceos.

 

Los saduceos aparentemente parecía que fueran del otro bando; también el nombre de ellos venía de otro gran personaje bíblico del pasado, un hombre santo, el sumo sacerdote Sadoc, amigo de David, que en la Biblia son registrados también en Ezequiel, que los hijos de Sadoc se sentarían a comer con el Señor, porque le habían servido al Señor. Entonces, ¿quién no va a querer llamarse con el nombre de Sadoc?  Ellos se decían saduceos, o sea, de la línea de Sadoc. Los dos venían de nombres importantes: Fares y Sadoc. Pero los saduceos, nos dicen las mismas Escrituras, y lo confirma también el historiador Flavio Josefo, ellos eran un poco incrédulos; no digamos incrédulos totalmente, pero escépticos. Ellos, hasta lo de la ley de Moisés, creían; pero el resto de las Escrituras no aceptaban; no aceptaban la resurrección de los muertos, no aceptaban que había ángeles, que había espíritus; eran medio escépticos, medio modernistas. Hoy también hay modernistas, hoy también hay modernos saduceos. Los modernistas eran una élite académica que estaba cerca del poder; ellos eran intelectuales; pero en su intelectualismo ellos se habían deslizado al escepticismo. Quiera Dios que los intelectuales estén en la fe, y en la devoción, y no en el escepticismo. Eran modernistas, creían en su propia razón; la razón era la “diosa” que ellos habían entronizado, como hicieron allá en la Revolución Francesa, en la catedral de Notre Dame, de “nuestra señora” según ellos, señora de ellos, no nuestra, de París; entronizaron a una prostituta representando la razón, y la pusieron en el altar mayor, como queriendo decir: -ya fuera esas cosas de la fe; nosotros aquí queremos confiar en la razón_; y de ahí siguieron aquellos filósofos, y algunos ya fueron anteriores a ellos, como Descartes, como Kant; y allí entraron en esa línea meramente racionalista donde la razón del hombre se coloca como último tribunal; y eso también es otra levadura, porque la razón del hombre no es algo independiente al hombre mismo; es una parte del hombre; y el hombre en su integralidad afecta la manera como el hombre razona; además que hay cosas que la razón no conoce, que pertenecen a un mundo real, pero que la razón no tiene en cuenta; sin embargo, esas cosas también influyen; de manera que la razón no es suficiente; eso de la razón suficiente es un mito: el mito de la razón suficiente. Necesitamos la integralidad, todo lo que el hombre pueda conseguir conocer, ya sea por su razón, ya sea por sus experiencias a través de sus sentidos; pero todavía no es suficiente, porque hay cosas que existen y que el hombre necesita que Dios mismo se las cuente; por eso también existe la revelación de Dios, porque no solamente el hombre piensa, sino que también Dios habla, y habló, y actuó, y entró en la historia; y el hombre no puede hacerse el tonto y desechar el testimonio de Dios, que es la revelación. De manera que la razón, si no incluye la revelación, se hace irracional, porque llega a hacer silogismos, pero los principales, que Dios dicta, no los quiere tener en cuenta; entonces su fórmula le va a salir incompleta. Los saduceos representan esa levadura del escepticismo, del mito de la razón suficiente, que también es peligroso.

 

Hoy también existe en el mundo religioso el escepticismo, que es llamado modernismo; y no estoy hablando aquí en política, sino en teología, es llamado el liberalismo, que son personas modernistas que no creen en la inspiración de la Biblia, y por lo tanto no creen en el nacimiento virginal de Cristo, no creen en los milagros, no creen en la resurrección de Cristo; parece que ellos sólo creen, dicen ellos, en lo que se puede comprobar; claro que algunas otras cosas creen que no las reconocen públicamente. Por ejemplo, no creen en Cristo, pero creen en los demonios. Es curioso que se de ese fenómeno en gente supuestamente atea, como los científicos rusos haciendo experimentos de parasicología; todo eso es levadura de otra clase; y pareciera que la levadura de los fariseos, que está, digamos, a la derecha, y la levadura de los saduceos que podíamos decir que está a la izquierda, pareciera que son dos, pero las dos se encuentran en el humanismo. El humanismo, la justicia propia, cuando el hombre es la base suficiente, el solito, allí se encuentran esas dos levaduras. Pareciera que unos son religiosos, que son fieles, pero se basan en su justicia propia, en confiar en el hombre otra vez; y los otros confían en su razón; es lo mismo que confiar en la suficiencia del hombre, como si el hombre sólo pudiera poner el punto final.

 

Parece que son por fuera distintos grupos, pero se encuentran en la base del humanismo, del antropocentrismo, y en la suficiencia del hombre. Pero allí Pedro se acordó de otra frasecita, y que también dijo el Señor Jesús, que Mateo no la recordó; y quizá, como Mateo era publicano, posiblemente estaba más acostumbrado al contacto con la clase alta, y quizá no es que no sabía lo de Herodes, pero no lo quiso decir; pero Marcos, que era un compañero de un pescador, tenía más libertad para decir lo de Herodes; de todas maneras, el mismo Señor Jesús, hasta de zorra le llamó a Herodes. “Díganle a esa zorra”, o sea, a ese astuto; ese era un astuto. El era un idumeo, era de la línea de Esaú, o sea, de Edom; él no tenía porqué reinar en Israel, pero él era un buen político, un hombre secular, un hombre muy práctico. Hay gente que es muy práctica, que ven de los contactos una práctica; es decir, con tal de tener unas buenas alianzas con el emperador, con la clase gobernante, entonces él también puede sacar partido, tener una posición de gobierno; entonces tener una buena entrada, vivir una vida más cómoda, tener poder, mandar, tener gente a su servicio, quien lo defienda también; entonces los herodianos, que eran del partido de Herodes, eran gente secularista, gente que no era fiel al Señor, sino que se vendía según las circunstancias, gente muy diplomática, que sabe adaptarse allí con el que está bien para sacar tajada; eso sería lo que caracterizaba a los herodianos. El Señor a todo eso le está llamando “levadura”; todo eso es humanismo en sus diferentes facetas, raso y puro humanismo antropocéntrico, pretendidamente autosuficiente; y el Señor dice claramente: “Mirad, guardaos de la levadura”, de esa levadura que viene por el lado del legalismo, o por el lado del escepticismo, o por el lado del secularismo. “Guardaos”, miren bien, analicen bien, observen y guárdense, protéjanse, mantengan distancia, defiéndanse de esa levadura, de esa levadura maligna de los fariseos, de los saduceos y de Herodes; amén.

 

     Ellos pensaban dentro de sí”, dice un evangelista, y Mateo seguro era uno de esos, “y discutían entre sí”; no sólo pensaban sino que hablaban entre ellos “diciendo: Esto dice porque no trajimos pan”. Como nos reímos nosotros de esos malentendidos, y como los cometemos nosotros mismos. Hermanos, muchas veces, cuando nosotros estamos en nuestro hombre natural, malentendemos las cosas del Espíritu; porque dice la Escritura que las cosas del Espíritu se deben discernir espiritualmente. Hace pocos días unos hermanos conversaban, y cuando oraban al Señor para leer, entendían lo que leían; pero cuando venían a leer así sin pedir socorro al Señor, no entendían; ¿por qué no entendían? Porque habían confiado en su propia capacidad humana; pero las cosas espirituales requieren que se disciernan con la ayuda del Espíritu Santo; es el Espíritu Santo el que te comunica la realidad, la luz y la vida de las cosas espirituales. De manera que el hombre natural, el hombre almático, el hombre que se basa sólo en su naturalidad humana, no puede, dice Pablo a los Corintios en la 1ª epístola a los Corintios capítulo 2, no puede percibir las cosas que son del Espíritu de Dios porque para él son locura y no las puede entender; el hombre natural es incapaz de percibir las cosas espirituales; las cosas espirituales se tienen que discernir espiritualmente; es decir, con el ejercicio del espíritu regenerado por el Espíritu de Dios. Sólo cuando nuestro espíritu es regenerado discierne las cosas espirituales; y aún nosotros, que somos hijos de Dios, si no estamos en el Espíritu, si andamos en nuestra naturalidad, muchas cosas vamos a malentender. Cuántos malentendidos había incluso entre los mismos discípulos; este fue uno. Jesús está hablando como El siempre habló; El siempre habló en parábolas; entonces, claro, El usaba figuras, podía hablar del trigo, podía hablar de la cizaña, de los peces buenos, de los malos, de la red, y El estaba hablando cosas espirituales; y como allí no se dieron cuenta de que al usar la palabra “levadura”, estaba también hablando como siempre acostumbraba hablar, y como ya muchas veces había hablado de cosas espirituales, ellos las entendían naturalmente; ¡ay! es porque no trajimos pan.

 

Y nosotros también, aún en nosotros mismos cuando estamos en la carne, malentendemos a los hermanos; y lo peor no es sólo malentender, lo peor es cuando creemos que, como nosotros lo estamos viendo, seguro las cosas son así; y atribuimos a otros cosas que a nosotros nos parecen en nuestro hombre natural. No podemos confiar en nuestro hombre natural. Dice la Escritura, Pablo lo dice así: “ni aún yo me juzgo a mí mismo, porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado, porque el que me juzga es el Señor”. Yo puedo estar creyendo que esto está bien, que las cosas son así como yo las veo, pero yo puedo estar siendo equivocado, siendo engañado por mi propia mente natural. Por eso el Salmista dice: “En tu luz, veré la luz”. Quiere decir que para yo ver necesito la intervención de la gracia. Cuando la gracia sopla y añade algo del cielo, ahora vemos como Dios ve. Si El no sopla con su Espíritu, nosotros no soplamos, no vemos las cosas bien; necesitamos que Dios nos ayude a discernir espiritualmente; por eso dice: “el espiritual juzga todas las cosas, pero él no es discernido”.

 

Aquí pasó así con el Señor Jesús; El estaba hablando cosas espirituales, pero ellos estaban en la naturalidad; muchas veces sucede eso. Una vez el Señor decía: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”; y ellos le contestaban, la gente, ¡cómo!, si en 49 años fue levantado este templo, ¿cómo lo va a levantar en tres días? Pero El hablaba del templo de Su cuerpo. Cuando resucitó, entendieron. A veces se hablan cosas espirituales, que usan las figuras, las parábolas, los símbolos; y al interpretar los símbolos de manera natural, entonces caemos en la naturalidad y en el malentendido. También Nicodemo no entendía; ¿cómo es esto de que hay que nacer otra vez? El Señor le estaba hablando cosas espirituales, y él estaba entendiendo de manera natural; ¿acaso es que tengo que entrar otra vez en el vientre de mi madre y nacer otra vez? La samaritana también, cuando el Señor le habló que le daría agua viva, ella dijo: Ah, sí, Señor dame de esa agua para que no tenga que venir a este lugar, a este pozo; pensaba que era otro sistema de sacar agua física. Y muchas veces el Señor está hablándonos cosas espirituales, y nosotros, por estar en la naturalidad, las entendemos de una manera natural. Por eso Pablo dice a los Corintios: “De aquí en adelante, es decir, de estar en Cristo en adelante, aún si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”; o sea que hay un conocer según la carne, y hay un conocer según el Espíritu; hay una sabiduría natural, y hay una sabiduría espiritual. La sabiduría natural es lo que el alma humana, la mente humana, la razón humana, las emociones humanas, la voluntad humana solita, trata de descubrir por sí misma; esa es la sabiduría animal, porque como el hombre está caído, entonces también está permeada por el engaño de Satanás. Muchas supuestas grandes ideas de algunos filósofos no son sino sombras de los demonios, doctrinas de demonios que les hablan, y les ponen esa “luz” entre comillas, en su mente, y ahora piensan que seguramente el hombre es como un animal, así como las palomas, y tratan de interpretar al ser humano como si fuera una máquina biológica simplemente, con ideas; ideas que le soplan los demonios a la mente natural.

 

   Pero existe otra realidad que es la de Dios, el conocimiento pleno que tiene Dios, y la revelación de Dios por el Espíritu; y Dios sopla, y el hombre recibe algo más de conocimiento del que él por si solo es capaz de captar; porque Dios se lo cuenta con el Espíritu, porque el Espíritu de Dios puede comunicarle al hombre vida, revelación, hacerle entender quien es Dios, que hizo el Señor, cómo nos ama, que somos ahora en El, que tenemos, que nos ha concedido; el Espíritu nos revela lo que el Señor nos ha concedido y lo que somos en El. Entonces hay un conocer, podríamos decirle como aquí nuestro hermano nos da a entender, podríamos tener una epistemología espiritual, o sea la ciencia del conocimiento, conocer según el Espíritu, un discernir espiritualmente, con el espíritu.

 

Entonces aquí en este problema de ellos, preguntándose y malentendiendo, ahí vemos el problema del hombre en su naturalidad, aquí está retratado. Dice el verso 8: “¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe”; eran cristianos, eran sus seguidores; no dice que eran incrédulos, su fe era poquita, por eso se preocupaban, estaban demasiado pendientes del problema, porque no trajimos pan, nos está echando un indirectazo por no haber traído pan; entonces el Señor dice: “hombres de poca fe, ¿que no tenéis pan?” Para el Señor es ridículo pensar en esas cosas del pan. Dice: “No os afanéis por lo que habéis de comer, o habéis de beber, o habéis de vestir; los gentiles se preocupan de esas cosas; ya se los había dicho antes; busquen primero el reino de Dios y su justicia, y esas demás cosas, eso de pan, eso será añadido”. Entonces El les dice: “¿No tenéis pan? ¿Qué discutís porque no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni comprendéis? Porque a veces el mismo mover espiritual de Dios, nosotros lo presenciamos con el hombre natural; pero el hombre natural no percibe lo espiritual, ¡qué cosa seria! Aquella mujer siro-fenicia percibió al Señor, lo tocó, y fue sanada; y los otros lo estaban tocando, pero qué manera diferente de toque. Cuando el Señor dijo: -¿Quién me tocó?- Señor, todos te están tocando; pero de manera diferente. Aquella mujer lo tocó con fe, ella discernió detrás de las apariencias la presencia del Señor y la obra del Señor; entonces ella recibió el fluir del poder; -poder salió de mí-, dijo el Señor, -conocí que salió poder de mí-; cuando alguien lo tocó, El dispensó ese poder; pero otros lo tocaban de otra manera: -¿Este no es acaso el hijo del carpintero? ¿Sus hermanos no están con nosotros? Los azadones que él nos hizo y las mesas están aquí; ¿ese no es el hijo del carpintero? Y dice que como no creían, entre ellos no pudo hacer milagros, no porque su poder se hubiere disminuido; El sigue siendo el mismo, pero ellos no tenían capacidad de recibir lo espiritual, porque estaban sólo en lo natural. Hermanos, nunca debemos permitir que nos pase el tiempo y sigamos en la naturalidad; volvámosnos siempre al Señor, como dice la Escritura: -Hijo, fíate del Señor, no te apoyes en tu propia prudencia-. Cuando uno se apoya en su propia prudencia, uno está seguro de que como yo entiendo son las cosas; ahí nos vamos a quedar en oscuridad; pero cuando le decimos al Señor: -Señor, puedo estar equivocado y no me doy cuenta, puedo estar entendiendo las cosas como no son, Señor, Tú ayúdame, Tú interviene, y yo voy a entender. Entonces le dimos lugar a El, ahora hay un elemento añadido del Espíritu, y vemos las cosas con otros ojos. Nunca confiemos en nosotros mismos, porque nos va a ir mal; confiemos sólo en el Señor, en el Espíritu.

 

El sigue diciendo: “¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?”; el corazón duro no deja entender, al corazón duro se le llama la base de la incredulidad. Vamos a la epístola a los Hebreos; si ustedes quieren ver conmigo Hebreos, en el capítulo 3 de Hebreos, veamos como la dureza de corazón se relaciona con la incredulidad. Hebreos 3:1: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”;   cuando el corazón es malo, el corazón es duro, conduce a la gente a la incredulidad. El amor todo lo cree; el corazón duro no cree en nadie, ¿ven? Todos piensan lo peor de todos, como si Dios no pudiera ayudar a nadie; eso se llama corazón malo de incredulidad que hace apartarse del Dios vivo.

 

     Entonces aquí El les dice: “¿No entendéis aún, ni os acordáis?”, y les empieza a recordar los dos casos de multiplicación; “¿ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis? Cuándo partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis?” Aquí El usa la palabra “cestas” cuando la primera multiplicación de cinco mil, y la palabra “canastas” en la segunda multiplicación. Ese cambio en un mismo versículo muestra que la cuestión fue histórica, porque si hubiera sido un invento, hubiera dicho de una vez “cestas” para todas las veces, o “canastas” para todas las veces. Hubo dos multiplicaciones, pero fueron diferentes. Ah! los críticos dicen: ah! aquí se están inventando una cosa y luego la vuelven a contar, algún invento, es un mismo suceso que alguien se inventó y ahora lo cuentan dos veces. Aquí esos pequeños detalles le permiten a uno darse cuenta de que son históricos. Las cestas son pequeñas, como la de aquel niño donde llevaba sus pancitos; esa es una cesta pequeña; en cambio las canastas son grandes, como Pablo cupo en una canasta; la palabra “canasta”, cuando tú vas al idioma griego, cuando bajaron a Pablo, y lo perseguían y guardaban las puertas de la ciudad, entonces lo tuvieron que bajar por una ventana en una canasta por una cuerda en la oscuridad; y él huyó; las canastas son grandes. En la primera multiplicación sobraron doce cestas; y dice: “.¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis? Cuando los siete panes entre cuatro mil, ‘cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis?” El Señor multiplicó.

 

Y aquí me quiero detener en algo, muy a propósito, porque estamos cerca al campamento; algo tenemos que aprender aquí de la multiplicación de los panes, pero no sólo de la multiplicación de los panes, de la alimentación de las multitudes; a veces, cuando no ponemos suficiente atención a las instrucciones del Señor, perdemos mucho tiempo; pero miren la instrucción del Señor a los apóstoles. Había mucha gente, y ¿qué dijo el Señor? Hagan que la gente se siente por grupos de cincuenta; el Señor está dando instrucciones para manejar multitudes. Como tocamos ese punto, y estamos cerca al campamento, vamos a aprender de las instrucciones del Señor. Nosotros no dejamos que la gente se siente, sino que les hacemos hacer fila, y esas son unas filas larguísimas, y el que está en una fila tiene que cruzar otra fila, y le derrama la sopa encima al otro; pero el Señor nos da instrucciones. Cuando es una multitud grande, hay que dividir por grupos de cincuenta, y dejar que la gente se siente, y los apóstoles y diáconos son los que sirven a esos grupos, van y reparten; ¿ven? Entonces hay que hacer grupos de cincuenta. Cuando vamos a partir el pan en grupos de 300 hermanos, como puede ser, por ejemplo, en un campamento, entonces hagamos grupos de cincuenta; se toma una copa grande, bendecimos la copa, porque algunos hermanos dicen que es una copa, y hacen problema si le damos la chiquita antes de bendecir la grande; entonces bendigamos la copa grande, distribuyámosla en seis jarras, y cada uno de los diáconos, o de los hermanos que reparten, se encarga de cincuenta; y con esa jarra sirve cinco copas, y esta copa le sirve a diez, la otra le sirve a diez, y al mismo tiempo que está sucediendo a la derecha, está sucediendo al norte, al sur, al este y al oeste y en los intermedios; y así avanzamos más rápido, y no necesitamos que la gente haga fila, sino que se sienten, y al mismo tiempo que llega aquí, está llegando allá, y rapidísimo se distribuyen las cosas. Pero si no ponemos atención a las instrucciones del Señor para manejar multitudes, los hacemos esperar larguísimo, una cola larguísima, como la vez pasada en La Ricura fue tan larga la cola para comer, que no hubo tiempo para la reunión, por causa de la cola tan larga. Entonces vamos a aprender, hermanos; vamos a aprender del Señor Jesús estas instrucciones: que se sienten los hermanos en grupos de cincuenta, y entonces, si son 300, alguien les reparte sólo a seis grupos de 50; luego este reparte a cinco grupos, 5 filas, y el de la punta de la fila reparte a diez, rapidísimo, y las personas se quedan sentaditas, a lo mejor siempre en su mismo lugar, en grupos de cincuenta; y si se puede, menores, todavía más fácil; pero el Señor dijo que de a cincuenta; eso es rápido; allí eran cinco mil, nosotros somos trescientos, más fácil, ¿ven? Entonces distribuimos así sentados, nos quedamos, y distribuimos entre varios; así que, hermanos, los diáconos y los que reparten la Santa Cena, y los que van a repartir la comida en el campamento, tenemos que aprender estas instrucciones. Que eso sea como un paréntesis oportuno, porque pasamos por aquí, ¿amén hermanos?

 

     Sigamos leyendo, dice el Señor: “Y les dijo: ¿Cómo, aún no entendéis? ¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?” Entonces el Señor se detuvo a explicar claramente; y se dice: “Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos”, o sea que cierta doctrina es llamada también de levadura. La doctrina legalista, leuda; la doctrina del escepticismo y la del secularismo, leudan.

 

     Vamos a mirar dos pasajes donde se nos habla de “levadura”. Vamos a 1ª a los Corintios, capítulo 5, donde también después los apóstoles, y específicamente el apóstol Pablo tomó esta imagen de la levadura que usó el Señor Jesús, que también estaba en la tipología del Antiguo Testamento; y ahora nos enseña con esa tipología. Vamos a leer el versículo 6: “No es buena vuestra jactancia”; la jactancia también es levadura; “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” Hermanos, esto es tan delicado. Voy a contar un caso que sucedió en otro país, no voy a decir el país, no voy a decir nombres propios, ni de ciudades, ni de personas, solamente voy a contar un caso; sólo les digo que no es aquí en Colombia; esto es para que estén tranquilos, y que no se diga: es fulano, sutano, nada de eso. Una persona tuvo un problema personal con otra, pero no puso atención a lo que dice el Señor. ¿El Señor qué dice cuando tenemos un problema personal? Si tu hermano peca contra ti, ve tú a él a solas y habla con él a solas. Si el pecó contra ti, dile que pecó con el objetivo de que él tenga la oportunidad de arrepentirse; el objetivo es ese. Si tu hermano pecó contra ti, arregla con él a solas; si pasó el tiempo y el hermano no reconoce su pecado, entonces toma dos o tres testigos, solo dos o tres; pero el problema es que en vez de decirle a la persona, se lo decimos a medio mundo, nos saltamos las instancias, y entonces ¿qué pasa? Si no oye a los testigos, dilo a la iglesia; y cuando dice “a la iglesia” en Mateo 18, se refiere a la iglesia local, la de su propia localidad; no se refiere a la universal; porque entonces, para que mi hermano me pague los $10, voy al siglo I en la máquina del tiempo, le voy a contar a San Andrés, a Santiago, a San Pedro, a San Pablo, a San Lucas, y luego pasó al siglo II, a Ireneo, a Teófilo, y luego a San Agustín, para que mi hermano me pague los $10 que no me quiere pagar. Voy a Lutero, a Calvino, allá los remuevo en la tumba. Claro que cuando dice “dígalo a la iglesia”, se refiere a la iglesia local. La Biblia habla de la Iglesia universal; todos los hijos de Dios que nacieron del Señor, de antes, de ahora y de después, esa es la iglesia en lo universal; pero la Iglesia universal en la vida práctica aparece en las iglesias locales. Mateo 16 se refiere a la Iglesia en lo universal; Mateo 18 se refiere a la iglesia en lo local, a la iglesia de su localidad. Los problemas que yo tengo con mi hermano, los tengo que tratar con él a solas, con nadie más; luego con dos o tres testigos, hermanos de estima que quieran resolver la situación, y con nadie más; después con la iglesia de su propia localidad, y esa es la última instancia establecida por el Señor. -Si no oye a la iglesia, la de su propia localidad, téngalo por gentil y publicano-; esa es la última instancia. Ningún problema entre dos hermanos debe salir de su propia localidad, pero ¿qué pasó en aquel país? Un problema entre dos hermanos se convirtió en cartas internacionales, se volvió un problema internacional, porque un hermano le escribió una carta al presbiterio de tal iglesia echando pestes de ese pobre otro hermano; luego le mandó la carta a otra localidad, a los ancianos de otra iglesia, y lo denigró por todo el mundo. Luego, cada que venía un misionero de otro país, le caían con el cuento denigrando a ese hermano; es decir, una cosa que debe ser local, y en la localidad morir, según las instrucciones del Señor Jesús, se vuelve un problema internacional; y ¿cómo se escucha? ¿Cómo se contó la cosa? ¿Ustedes se dan cuenta hermanos? Un poco de levadura leuda toda la masa.

 

     Ustedes recuerdan la visión del hermano Rick Joyner en el libro La Búsqueda Final, que ha sido también publicado como La Batalla Final; ¿qué hacían los demonios? Cuando alguien tenía un problema específico, ese demonio lo colocaba al frente para vomitar sobre todo lo demás; entonces ¿qué está haciendo Satanás? Destruyendo, destruyendo sin darnos cuenta. Entonces tenemos que tener cuidado; lo que es personal es entre dos personas, no debe salir de esas dos personas, no tengo que decírselo a otra persona, sino a la persona; sólo que si con la persona no hubo arrepentimiento del pecado, lo digo a dos o tres testigos, y por último, última instancia, no podemos saltarnos las instancias, última instancia, a la iglesia de su propia localidad; ahí es donde tienen que terminar las cosas, ahí es donde se tienen que terminar los problemas, nunca tienen que salir del ámbito de nuestra propia localidad.

 

     Volvamos a 1ª a los Corintios 5 desde el verso 6: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura…”; ahora tenemos que estar celebrando la fiesta con Cristo, que es nuestra pascua, y los ácimos sin levadura. Dice: “celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y verdad”. Entonces ya hemos visto varias palabras asociadas con la levadura; aquí aparecen dos: maldad y malicia; dijo también: hipocresía, como dice en Lucas, ¿amén? Vimos doctrina de los fariseos, de los saduceos, de Herodes. Y aquí dice lo contrario: panes sin levadura, de sinceridad. Pan sin levadura es la sinceridad, y el otro la verdad. ¿Amén?

 

     Vamos ahora a Gálatas capítulo 5, versículo 9; allí hay un ejemplo de la levadura de los fariseos; allí dice: “Un poco de levadura leuda toda la masa”; lo mismo que había dicho a los Corintios, sólo que en el caso de los Corintios eran pecados, el pecado de aquel que estaba con su madrastra, que se volvió un problema, ¿verdad? Entonces aquí en Gálatas es otro el problema. Para entender el verso 9 en el contexto de Gálatas, capítulo 5, leamos todo el capítulo: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”; esta esclavitud era la de los fariseos, los que querían someter a la dependencia de la Ley para justificación, la levadura del legalismo; esa es la esclavitud que aquí se refiere. “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo”; porque ellos decían, según Hechos de los Apóstoles, que tienen que circuncidarse conforme a la ley de Moisés, y que tienen que guardar toda la ley de Moisés para poder salvos; y hoy en día está de nuevo la moda de judaizar, de volver otra vez a depender de la Ley, y no sólo de la Ley, sino de las costumbres judaicas que no están ni en la Biblia. ¿Cuándo usted ha visto en la Biblia la kippá y otras cosas? Y hoy la gente entra en eso; eso es levadura, levadura, levadura. Dice: “si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley”, porque si se va a justificar por obedecer la Ley, tiene que guardarla toda. Para ser salvo no tiene que fallar nunca; entonces por eso el Señor pudo decir que el camino de la justificación es por la fe y no por legalismos. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis, de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por la fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. Vosotros corráis bien, ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura…”, y esta levadura es esa persuasión de la justicia propia, del legalismo, “Un poco de levadura leuda toda la masa. Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea”.

 

     Por último, hermanos, vamos a un pasaje que está en Lucas; vamos al evangelio de Lucas, capítulo 12. En este pasaje habla también el Señor de la levadura, pero no en el contexto en el que habló de lo que leímos en Mateo y Marcos; lo citamos solamente por relación con la levadura; no lo integramos en el Texto porque es otra ocasión, es otro contexto histórico; una persona puede hablar de la misma cosa en varios contextos históricos; de hecho el Señor podía repetir un mensaje en muchos lugares porque todos necesitan esa verdad; entonces lo puede hablar aquí, lo puede hablar allá; lo puede hablar en Perea, lo puede hablar en Decápólis, lo puede hablar en Jerusalén o en Cesarea. Aquí El volvió a hablar, pero en otro contexto; el contexto está en Lucas; pero de lo que habló es de lo mismo; por eso para terminar lo incluimos. Lucas 12:1-3: “En esto, juntándose por millares la multitud, (porque en el otro caso iban en la barca, ¿recuerdan? Aquí había una multitud); “tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente”; o sea, después a los demás, pero primero las cosas se le dicen a los de confianza,¿ amén? “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. Allá dijo que era la doctrina, aquí dice que es la hipocresía, porque esa doctrina Pablo la relaciona también con la hipocresía.

 

     Vamos a leer eso en 1ª a Timoteo; no cierren aquí, porque volveremos a Lucas, pero para ver la relación entre hipocresía y doctrina vamos a 1ª a Timoteo capítulo 4; dice desde el verso 1: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos, algunos apostatarán de la fe”; uno pensaría: la apostasía de la fe es que van a ir a emborracharse, a jugar, a prostituirse, a matar, a robar, no; la apostasía de la fe viene de manera santurrona; quién pensaría que la apostasía vendría con santurronería, pero fíjense: “apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”; aquí ya apareció la palabra doctrinas; “…por la hipocresía…”; quiere decir que la hipocresía produce doctrinas, doctrinas de justicia propia; la hipocresía produce doctrinas de justicia propia con intervención de los demonios; por eso dice ahí “espíritus engañadores y doctrinas de demonios; por…”, o sea, el medio por el cual los demonios pueden introducir sus doctrinas es la hipocresía; cuando la persona piensa que en sí misma vale algo. Cuando la única confianza no es sino la gracia del Señor, en cualquier lugar en que nosotros pensemos que aparte de la gracia valemos alguna cosa, ahí está el terreno para que los demonios nos siembren su arbolito. Nada somos ni seremos en nosotros mismos, nada. ¿Por qué el Señor a aquel publicano lo perdonó? Porque él no se atrevía a levantar los ojos en cuanto a sí mismo; el fariseo decía: -Señor, yo no soy como el otro-; pero ¿qué decía el publicano? Señor, propicia, sé propicio a mí.  El confiaba en la propiciación, no en lo que él es, sino en lo que el Señor proveyó, un Cordero expiatorio. Propicia para mi, sé propicio; y fue justificado el publicano, ¿por qué? porque su base era la propiciación. Y el fariseo no hablaba con Dios, sino consigo mismo, porque quien habla con Dios no puede jactarse; es como quien mete la mano en la corriente eléctrica, no puede quedarse tranquilo, inmediatamente le da una patada la corriente eléctrica; lo mismo si uno viene verdaderamente donde Dios, uno no puede jactarse; si se jacta es porque Dios está callado, porque Dios está oculto; pero si uno es tocado por Dios, o uno toca a Dios, uno no puede jactarse. Pero dice que el fariseo oraba consigo mismo, pero el publicano no se atrevía a elevar sus ojos al cielo; decía: Señor, sé propicio; o sea, la base para él poder levantarse no era nada que él fuera, no era nada que él tuviera, no era nada que él hubiera hecho, no era nada que él mereciera, no era mejor que nadie, era un peligro igual que todos; pero la propiciación era la base para ser recibido por el Señor; todo lo que es justicia propia es el terreno para la hipocresía, y ahí es donde trabaja Satanás.

 

Entonces dice ahí en 1ª a Timoteo 4:1: “apostatarán de la fe escuchando”; es lo contrario de guardarse, es escuchar espíritus engañadores, ponerle atención a la mentira, “escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia,” son tan santurrones que prohíben casarse, noten, esa es la apostasía, no es la prostitución, es el celibato obligatorio, esa es la apostasía, obligar al celibato, “prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos…”; esa es la apostasía de la fe, no coma esto, no coma aquello, como si por comer fuere más o por si no comer fuere menos; hoy se da eso, “mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes”, de lo que Dios creó, “y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”. Entonces noten que la apostasía de la fe viene aquí disfrazada de santurronería, ¿se dan cuenta? Santurronería; la gente basada en la justicia propia: no miren, no vistan así, no coman, no toquen, basados en lo que la persona es, en lo que la persona hace, y no lo que el Señor es, en lo que el Señor hizo. Claro que para ser equilibrados debemos reconocer que la gracia del Señor produce fruto de decoro y demás.

 

     Volvamos allí a Lucas 12, verso 1: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque…”, ahí está la advertencia del Señor a nuestras hipocresías, “nada hay encubierto, que no haya de descubrirse”; si tenemos algo guardado, sólo va a durar guardado un ratito, “nada hay encubierto, que no haya de descubrirse, ni oculto, que no haya de saberse”, la verdad saldrá a la luz tarde o temprano. Nada, nada, no hay excepción, nada oculto se quedará oculto, nada encubierto seguirá encubierto; el Señor sacará todo a la luz. Entonces es mejor sacarlo a la luz nosotros mismos. Confesar nuestros pecados nosotros mismos, ser verdaderos nosotros con el Señor y entre nosotros. ¿Amén? “Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas”, todos los cuchicheos, las murmuraciones, “a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en lo aposentos, se proclamará en las azoteas”. Amén. Gloria a Dios. ¿No es ésta una buena lección? No piensen que nosotros no somos hipócritas; el hombre natural es hipócrita; ser hipócrita es lo más fácil que hay, lo más común; sólo Su gracia nos ayuda a ser verdaderos, a ser francos, a humillarnos, a confesar nuestros pecados y a apartarnos de ellos. Amén, hermanos. Vamos a parar aquí y vamos a dar gracias al Señor.

 

     Padre amado, Tú eres Dios que vive en la Luz y nos quieres preparar para vivir en la Luz. Señor, ayúdanos a ser sinceros, a ser humildes, a no pretender nada; sabemos que somos pecadores, que sólo Tu gracia nos perdona y nos limpia. No queremos, Señor, ocultarnos con hojas de higuera; necesitamos el sacrificio del Cordero para ser verdaderamente cubiertos con túnicas hechas por Dios. Oh Padre, en el nombre de Jesús, ayúdanos a querer vivir en la Luz, a querer vivir en el Espíritu, para comprenderte a Ti; ayúdanos a acostumbrarnos a vivir en la Luz. Ten compasión de nosotros, perdónanos y ayúdanos, en el nombre del Señor Jesús; que no tengas que avergonzarnos, que nosotros mismos hoy confesemos a Ti nuestros pecados, y a quien también sea necesario hacerlo, en el nombre del Señor Jesús, amén.  q

 

La gracia y la paz del Señor sean con todos los hermanos.

 

Gino Iafrancesco V., 15 de abril de 2005, Teusaquillo, Bogotá D.C., Colombia.

Transcripción de la hermana Marlene Alzamora, revisada por el autor.